La educación basada en simulación se ha convertido en una herramienta invaluable para la formación de nuevos profesionales y el entrenamiento de los no tan nuevos.
Al recrear escenarios clínicos realistas y seguros, los participantes pueden practicar y mejorar sus habilidades técnicas y no técnicas sin poner en riesgo la seguridad de los pacientes reales.
Sin embargo, el éxito de una sesión de simulación depende en gran medida del rol del facilitador, quien guía y facilita el proceso de aprendizaje. En este artículo, exploraremos algunos de los errores más comunes que los facilitadores pueden cometer y las prácticas recomendadas para evitarlos.
A menudo, nos sumergimos en el diseño de actividades de simulación clínica como instructores porque nos parecen interesantes y útiles, descuidando un análisis profundo de las necesidades que poseen los alumnos.
Esta práctica al comenzar a elaborar escenarios clínicos como facilitadores en simulación nos puede llevar a establecer actividades basadas en nuestro criterio, sin considerar las perspectivas y necesidades reales de los alumnos.
Es allí, donde comenzamos a cometer errores y es crucial recordar que trabajamos con adultos, cuyas motivaciones internas impulsan su interés solo hacia actividades que aborden y resuelvan problemas genuinos.
Los errores más comunes
Falta de preparación adecuada
La falta de preparación adecuada de los participantes antes de la simulación clínica es otro desafío como facilitadores en simulación.
En ocasiones, omitimos dialogar con los participantes sobre el contexto de los escenarios clínicos en simulación, lo que lleva a que se enfrenten a situaciones fuera de su zona de confort sin comprender del todo el propósito, o el fin de la simulación, obstaculizando así actitudes de curiosidad y entusiasmo.
Otras de las cosas que suelen pasar es no brindarle el tiempo suficiente para familiarizarse con los simuladores y la disposición de los materiales. Estos aspectos son esenciales para establecer un entorno psicológicamente seguro, donde los estudiantes se sientan cómodos y confiados.
Es importante reconocer que la fidelidad de un escenario no solo depende de la complejidad técnica de los maniquíes o la tecnología utilizada, sino más bien de cómo integramos detalles que contribuyen al realismo físico, conceptual y emocional. Por ejemplo, un escenario debe estar “listo” desde el momento en que los participantes ingresan en él, la situación clínica debe estar en funcionamiento . La manera en que ejecutamos un escenario tiene un impacto significativo en la experiencia de simulación, superando incluso la complejidad técnica.
Esto es de suma importancia , teniendo en cuenta las necesidades reales de los participantes, la preparación adecuada antes de la simulación y la ejecución cuidadosa de los escenarios son elementos fundamentales para una simulación efectiva, esto realizada generalmente por los técnicos de simulación junto con los facilitadores en simulación. Integrar el prebriefing y el briefing no solo mejoran la experiencia de aprendizaje, sino que también contribuye a establecer un entorno propicio para el desarrollo profesional y el crecimiento personal de los participantes.
Ruídos y Señales
Por otra parte, el diseño de escenarios de simulación presenta desafíos significativos al enfrentarnos a participantes menos experimentados o cuando el objetivo es fortalecer habilidades básicas.
Es común sentir la tentación como facilitador en simulación crear escenarios complejos, repletos de ruidos, con el fin de proporcionar un desafío extremo. Esta práctica puede inducir la sensación de tener un control absoluto sobre la situación y la creencia de que así los participantes aprenderán más. Sin embargo, la falta de adecuación del diseño del escenario al perfil y nivel de experiencia de los participantes resulta en una experiencia de aprendizaje menos efectiva.
Falta de retroalimentación constructiva
Generalmente al finalizar el escenario o durante el debriefing, sentimos el impulso de elogiar a los participantes para contrarrestar posibles críticas. Sin embargo, el elogio vacío puede socavar nuestra credibilidad como facilitadores y generar desconfianza si los participantes no se sienten plenamente satisfechos con su desempeño.
Si bien, el debriefing ante un desempeño positivo es díficil, el respeto genuino se cimienta en la sinceridad y la honestidad, elementos esenciales para un feedback auténtico y constructivo.
Es crucial no pasar por alto la consideración del Debriefing si requiere una reflexión de bucle sencillo o doble. La falta de profundidad en el proceso de retroalimentación se evidencia cuando se enfoca únicamente en corregir las acciones realizadas, descuidando el descubrimiento de los marcos mentales que influyen en las decisiones.
Si estamos trabajando en el desarrollo de equipos multidisciplinarios, limitarnos a evaluar la precisión de las acciones sin explorar los fundamentos cognitivos podría limitar el potencial de aprendizaje. Del mismo modo, al desviarnos hacia los aspectos de factores humanos, podemos desconcertar a los participantes cuyo enfoque se centra en el desarrollo de habilidades clínicas específicas. Y esto nos lleva, a otro error frecuente
No adaptar el escenario a las necesidades de los participantes
Para ello es importantísimo optimizar la experiencia de simulación en escenarios clínicos que implica un diseño cuidadoso de escenarios adaptados al nivel de los participantes, ofrecer retroalimentación honesta y significativa, y discernir la profundidad necesaria del debriefing para estimular un aprendizaje integral y efectivo.
El equilibrio entre desafío y adaptación a las necesidades individuales de los participantes es fundamental para fomentar un entorno de aprendizaje enriquecedor y centrado en el desarrollo de habilidades relevantes en el ámbito de la salud.
Muchas veces el debriefing, por la formación que tenemos los que somos de otras generaciones es malinterpretado como un repaso minucioso de acciones correctas e incorrectas, suele desviarse de su verdadero propósito y puede llegar a ser una revisión tediosa y exhaustiva, este proceso se define como una conversación de aprendizaje.
Su objetivo principal es conectar las experiencias vividas en el escenario clínico con situaciones de la vida real, fomentando una reflexión profunda sobre unos pocos temas clave que resulten relevantes para el grupo.
La naturaleza de las preguntas planteadas durante el debriefing es fundamental para su efectividad.
El enfoque en preguntas cerradas o del tipo “ ¿que falla viste en tu desempeño?” limita la participación y bloquea la reflexión genuina. Esta estrategia, caracterizada por la imposición de la visión del facilitador y el bloqueo de la verdadera expresión de los participantes, impide la emergencia de una conversación profunda. Las preguntas abiertas, en cambio, despiertan la verdadera curiosidad y estimulan el pensamiento crítico al involucrar a los participantes en un diálogo auténtico.
No fomentar la autoevaluación y reflexión
Muchas veces he observado la evaluación de actividades, muchas veces restringida a encuestas de satisfacción, esto , a mi parecer es insuficiente para medir el impacto real, una encuesta de satisfacción no nos dará un resultado real.
Partir de una idea interesante y diseñar un curso sin considerar las necesidades y problemas reales conlleva a una evaluación sesgada y limitada.
Es crucial planificar desde el principio con el objetivo de abordar necesidades reales, identificar cambios conductuales y de resultados deseados, y establecer cómo se medirán estos cambios. Esta metodología orientada a soluciones permite diseñar cursos que sean parte de la solución para abordar necesidades específicas y facilita la evaluación de su efectividad real.
Para optimizar la experiencia de simulación, es fundamental entender el Debriefing como una conversación de aprendizaje, utilizar preguntas abiertas que fomenten la reflexión profunda y, al evaluar actividades, a partir de necesidades reales y definir cambios en comportamientos y resultados como criterios de éxito. Esta aproximación estratégica no solo enriquece la experiencia de aprendizaje, sino que también permite una evaluación más precisa y relevante de su impacto
Conclusión
Es importante comprender que subestimar el valor fundamental de establecer una relación significativa y una actitud empática hacia aquellos que participan en nuestras actividades puede llevar a que todo nuestro trabajo no llegue a cumplir ningún resultado.
Más allá de las habilidades técnicas y los conocimientos, la clave para ser un buen facilitador radica en nutrir un afecto auténtico por nuestros participantes. Este compromiso va más allá de simples interacciones; implica tratarlos con honestidad, transparencia y una curiosidad genuina sobre sus experiencias y perspectivas. Además, implica la disposición de mostrarnos vulnerables y auténticos frente a ellos, construyendo así una conexión más profunda y significativa en el proceso de aprendizaje.
Jonathan
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Jorge mauricio Rojas lemos
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Elena
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